Entrevisto a Jorge E. Benavides antes de
que parta de viaje precisamente a Perú, país que le vio nacer, en Arequipa, en
1964. Allí estudió Derecho y Ciencias Políticas, en la Universidad Inca
Garcilaso de la Vega, en Lima. En España residió en Tenerife desde 1991 hasta
el 2002, por lo que me resulta doblemente tentador el personaje de la novela
‘La paz de los vencidos’. Novela, por cierto, con la que ha obtenido el XII
Premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro.
Comienzo por preguntarle por ese premio,
¿qué le ha supuesto este premio y qué cree que le aporta cara a los lectores?
Viendo ciertas coincidencias me preguntaba qué ha viajado de usted como autor de esta novela al protagonista que llega de Perú a las Islas Canarias en España.
Supongo que lo
principal es la mirada, la extrañeza de adaptarse a un lugar ajeno, lejano y
remoto como solo podían estar los lugares antes de internet. Se trata de una
mirada virgen, siempre sorprendida, que nunca más recuperaremos. Y eso es algo
que a mí me ocurrió, como a cualquier que llega a instalarse a otra ciudad, ya
digo, tan lejana y ajena como podía ser para mí Santa Cruz, hace casi veinticinco
años. Eso es lo que quise que fuera la visión del narrador protagonista, pues
de otro modo nada de lo que se contase tendría sentido.
Bueno, en todo
caso sería un anticipo porque, como digo, la novela está ambientada en una
época radicalmente distinta a esta. Y la precariedad económica resulta
habitualmente consustancial al inmigrante. Hoy esa precariedad se ha extendido
a amplios sectores de la sociedad que hasta hace poco ni se imaginaban que
podrían vivirla.
Sí, tenía claro
que la mejor manera de abordar una narración de este tipo era a través de la
reflexión más íntima, y que el diario se presentaba bastante bien para este
propósito. Cada relato tiene una manera de contarse, y encontrar esa forma es
la primera preocupación para el escritor. No puedo imaginarme esta historia
contada desde otro ángulo.
Creo que en las
novelas, los personajes secundarios e incluso los “figurantes” son una parte
realmente importante, porque constituyen el entorno de los personajes
principales y ayudan a comprenderlos mejor, a verlos como seres reales y no
sólo como estereotipos. Nuestra vida, la vida de cualquier, está compuesta de
personajes secundarios y su existencia es lo que define mejor nuestros
contornos.
Bueno, el título
hace alusión más bien al sosiego que se puede experimentar cuando decidimos que
sería insensato luchar más en determinadas circunstancias. Y eso es lo que de
alguna manera pretende trasmitir esta historia de outsiders y gente que fracasa: todos, de una u otra manera, saben
que están vencidos, y su rendición trae una suerte de paz y sosiego.
Creo que muchos
pensamos de la soledad sólo su parte más “visible” y esta suele tener un cierto
perfil romántico. Pero hay un tipo de soledad que no tiene nada de romántica,
que es brutalmente inevitable y que termina por llevarnos al aislamiento más
absoluto. Nos vuelve invisibles y luego termina por convertirnos en seres
extraños para nosotros mismos. Es la soledad que viven los desarraigados, los
que han sido excluidos del sistema, como el viejo profesor de mi historia.