Revista Contra Estudio

miércoles, 8 de abril de 2015

JORGE E. BENAVIDES: «La extrañeza de adaptarse a un lugar ajeno, lejano y remoto me ocurrió a mí hace casi veinticinco años».


Entrevisto a Jorge E. Benavides antes de que parta de viaje precisamente a Perú, país que le vio nacer, en Arequipa, en 1964. Allí estudió Derecho y Ciencias Políticas, en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, en Lima. En España residió en Tenerife desde 1991 hasta el 2002, por lo que me resulta doblemente tentador el personaje de la novela ‘La paz de los vencidos’. Novela, por cierto, con la que ha obtenido el XII Premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro.

 
Comienzo por preguntarle por ese premio, ¿qué le ha supuesto este premio y qué cree que le aporta cara a los lectores?
 Es, sin duda, un premio del que me siento muy honrado. Lleva el nombre de uno de nuestros grandes escritores del siglo pasado. Y además, la novela tiene una cierta raigambre ribeyriana, como ha señalado parte de la crítica, especialmente en el Perú. De manera que es un premio muy importante  y muy querido por mí.

Viendo ciertas coincidencias me preguntaba qué ha viajado de usted como autor de esta novela al protagonista que llega de Perú a las Islas Canarias en España.
 Supongo que lo principal es la mirada, la extrañeza de adaptarse a un lugar ajeno, lejano y remoto como solo podían estar los lugares antes de internet. Se trata de una mirada virgen, siempre sorprendida, que nunca más recuperaremos. Y eso es algo que a mí me ocurrió, como a cualquier que llega a instalarse a otra ciudad, ya digo, tan lejana y ajena como podía ser para mí Santa Cruz, hace casi veinticinco años. Eso es lo que quise que fuera la visión del narrador protagonista, pues de otro modo nada de lo que se contase tendría sentido.

 El protagonista comienza a trabajar en una sala de máquinas recreativas, un empleo precario, que me sirve para preguntarle precisamente por esa precariedad laboral ligada a la necesidad personal de sabernos útiles aferrados a un trabajo, mal retribuido, ‘condenados a la eventualidad’.
Bueno, en todo caso sería un anticipo porque, como digo, la novela está ambientada en una época radicalmente distinta a esta. Y la precariedad económica resulta habitualmente consustancial al inmigrante. Hoy esa precariedad se ha extendido a amplios sectores de la sociedad que hasta hace poco ni se imaginaban que podrían vivirla.
 
 
 Una realidad que usted aborda desde la narración en primera persona, en formato de diario quizá para hacerle más patente al lector esa realidad a veces fragmentada y desorientada del protagonista
Sí, tenía claro que la mejor manera de abordar una narración de este tipo era a través de la reflexión más íntima, y que el diario se presentaba bastante bien para este propósito. Cada relato tiene una manera de contarse, y encontrar esa forma es la primera preocupación para el escritor. No puedo imaginarme esta historia contada desde otro ángulo.

 Y del protagonista a los personajes secundarios, dando dimensión a la historia de todos ellos, reflejando y reflejándose como un espejo de la vida diaria, ¿cuán importante son estos personajes secundarios en las novelas?
Creo que en las novelas, los personajes secundarios e incluso los “figurantes” son una parte realmente importante, porque constituyen el entorno de los personajes principales y ayudan a comprenderlos mejor, a verlos como seres reales y no sólo como estereotipos. Nuestra vida, la vida de cualquier, está compuesta de personajes secundarios y su existencia es lo que define mejor nuestros contornos.

 También hay reflexión, quizá por ello esa paz de los vencidos, acaso mientras se tiene esperanza no se está vencido del todo, aunque no se logre la deseada paz interior de noche o en los momentos de reflexión con uno mismo
Bueno, el título hace alusión más bien al sosiego que se puede experimentar cuando decidimos que sería insensato luchar más en determinadas circunstancias. Y eso es lo que de alguna manera pretende trasmitir esta historia de outsiders y gente que fracasa: todos, de una u otra manera, saben que están vencidos, y su rendición trae una suerte de paz y sosiego.

 La soledad está muy presente en esta novela, no en vano se lee en una reflexión: ‘Uno no llega a comprender bien la soledad hasta que se encuentra cara a cara con ella. Me estoy refiriendo a esa soledad (…) que conduce al exilio de nosotros mismos’.
Creo que muchos pensamos de la soledad sólo su parte más “visible” y esta suele tener un cierto perfil romántico. Pero hay un tipo de soledad que no tiene nada de romántica, que es brutalmente inevitable y que termina por llevarnos al aislamiento más absoluto. Nos vuelve invisibles y luego termina por convertirnos en seres extraños para nosotros mismos. Es la soledad que viven los desarraigados, los que han sido excluidos del sistema, como el viejo profesor de mi historia.