Revista Contra Estudio

martes, 17 de marzo de 2015

Cincuenta sombras de Grey: ficción, erotismo y Banalidad*

Cincuenta sombras de Grey:  ficción, erotismo y  Banalidad*

 
 
                                                                       There is no pornography without a secrecy. 
                       D.H. Lawrence.
 
           
Visitando la ciudad de Crozon, situada en una enorme y silenciosa  bahía al  norte de Francia, en la región Bretona, me encontré con la novedad de que más de uno de mis anfitriones franceses comentaba con vehemencia el éxito comercial global de Cincuenta sombras de Grey (Vintahe Español, 2012) de la autora inglesa E.L. James. “Es una novela erótica sobre sado-masoquismo, escrita por una mujer para las mujeres”, me dijeron.  “¡Es un éxito!” Corearon varios. Viniendo los comentarios de franceses que deberían conocer  el impacto cultural y literario de las obras de ficción sexual de mujeres como Pauline Rèage (Histoire d’O, 1954), Jean de Berg (L’image, 1956), Anaïs Nin (Little Birds, 1974), presté atención, confesé mi ignorancia y pedí referencias.
 
Cuarenta millones de ejemplares vendidos en el mundo. Es el libro de venta más rápida en su versión económica impresa y el  más vendido en su versión digital en (cerca del millón). Las ventas han sobrepasado las expectativas de la editora Random House y motivado que se le asigne un bono de 5000 dólares a cada trabajador.   Ha sido traducido a 31 idiomas, incluido el castellano, croata, japonés y el finlandés. En las redes sociales las mujeres siguen los avatares amorosos de los personajes y expresan  sus preferencias sobre los posibles actores y actrices para la versión fílmica. Se vende t-shirts con textos a alusivos al sado-masoquismo (“relájate y obedece”), se vende ropa interior alusiva al libro y se puede adquirir el disco compacto con la música clásica mencionada en el libro. Plomo (grey) es el color recomendado para decorar no sólo el dormitorio, sino toda la casa. Incluso se sospecha que el incremento de las ventas de sogas en algunas ciudades de los Estados Unidos es debido a este libro.  En pocas palabras, 50 sombras... se ha covertido, en muy poco tiempo y con la rapidez que el mundo digital lo permite, en un fenómeno cultural y de mercado excepcional. ¡Felicitaciones a la autora! ¡Bien hecho!, les dije.
En los días siguientes, puede ver el libro en el escaparate de la única librería del pacífico pueblito de Crozon. Posteriormente, siguiendo mi periplo francés, encontré el libro en las librerías de ciudades  más grandes y cosmopolitas como Tours, Nantes y París y hasta en una obscura librería en la estación de tren de Quimper.
Si bien no estaba en mi lista inmediata de lecturas, tanta algarabía me despertó la curiosidad y bajé la novela a mi Kindle. Después de todo - pensé - sería una buena lectura para mejorar las condiciones de mi vuelo de regreso a los Estados Unidos y relajarme ante la presencia amenazadora de la tormenta Sandy.
Durante el vuelo, me enteré que Sandy  no sería problema. Ya había  arrasado New York  y se alejaba de mi puerto de entrada, Washington D. C. Me quedaba entretenerme con Cincuenta sombras..., ya sin otra tensión que arreglar mi cuerpo largo a la estrechez de mi silleta de vuelo por nueve horas. Sin embargo, por más que me esforzaba por avanzar en la línea narrativa de la obra de E.L. James y habiendo agotado 60 % de ésta, el aburrimiento me alargaba las horas de vuelo miserablemente.
La autora describe su trabajo  como "romances provocativos” y “romances para adultos” pero lo que ofrece realmente es la búsqueda del amor de la Cenicienta, el coqueteo femenino de un joven mujer no muy segura de sus atributos  y las demandas de sexo sui generis del príncipe plomo (Grey). Los críticos literarios han sido un poco más virulentos. Su trabajo ha sido llamado “porno para amas de casa”, “porno para las mamás” (aunque mi hijo de 16 años lo tildó de “porno para las abuelitas”), y “Barbie porno”. The Guardian señala que el libro ni siquiera llegó a estar entre los finalistas del Bad Sex Award 2012 debido a que no cumple con el primer requisito: ser una obra literaria.
Otros críticos (Jessica Reaves del Chicago Tribune) van más al detalle y consideran que el tema en sí no descalifica al libro, porque hay varios ejemplos de obras de ficción sexual con calidad literaria escritas por mujeres. El problema  es la calidad de lo escrito. En este sentido,  la pobre presentación estereotipada de los personajes, su relación poco creíble, el desarrollo de la acción  obvia y predecible,  diálogos bobos, lo repetitivo en la descripción de la excitación sexual, ausencia de imágenes, el uso metáforas dignas de  niños de primaria y por último, la ausencia de drama y la tacañería en la construcción de frases dignas de recordarse. En las secuencias de la relación entre los dos personajes principales (Anastasia y Christian) todo es externo, bonito, aburridamente presentado de color rosa, pero un poquito más  picante  para venderse en los supermercados.
El argumento de la obra podría resumirse así: chica educada, virgen a los 21 años – en contra de las estadísticas sobre la sexualidad juvenil en los Estados Unidos e Inglaterra[1] - con un ego disminuido, encuentra al príncipe azul (o grey, plomo). [2]Al príncipe le gusta hacer sentir que él es príncipe. “No me toques”, “te vienes cuando yo quiera” “te vistes como yo quiera”, “tú eres mía, yo no soy tuyo”, “me gusta controlar”.   A la moderna Cenicienta le gusta y se sorprende de la sexualidad de Christian, pero quiere  “algo más”.  El paradigma  (o construcción social) usado es que en una relación heterosexual, la mujer busca amor y compromiso, mientras el hombre busca sexo (en el caso de Christian, sexo kinky).
 
La doncella que a las 21 años todavía es virgen sexual y orgásmica, hace de Anastasia una chica post-moderna especial. Se siente en desventaja con respecto al  resto de sus congéneres.  Ella no se siente sexi como Kate, su compañera de habitación. Para acceder al placer de mujer adulta que quiere dar placer, ser deseada y recibir placer tiene que firmar un contrato. Aquí la autora mal gasta su tiempo y del lector con los detalles del contrato, que es el recurso  para hacer “legal” el acto de sumisión (¿réplica del compromiso matrimonial?), admisible, respetable y seguro. El resto de la historia es darle relleno moderno y decorativo a una relación entre estereotipos sacados de una revista de SM para ser presentada a las girl scouts.
Para pintarla como una mujer joven  de nuestros tiempos, no es casual que Anastasia escriba correos electrónicos coquetos, (el general Petreous y su amante saben de este poderoso instrumento de calentamiento  a distancia; los sex-texting es una manía generalizada entre los jóvenes del siglo XXI). Ella usa  su MacBook (“cacharro infernal”), su IPod, escucha música de Britney Spears, pone especial atención a la marca del carro, a la alfombra cara, a la calidad de la ropa de su príncipe (“me ha dejado uno de sus bóxer de algodón, de Ralph Lauren, nada menos.”) y a los vinos caros que el galán le ofrece con displicencia seductora. Ella es la Cenicienta moderna.
 Christian Grey, el príncipe plomo, es la imagen de Ken, el novio de la Barbie. Ken es  el muñeco inalcanzable, frío, distante y robótico creado por Mattel Inc. y que las mujercitas ahora adultas, todavía sueñan  en Cincuenta sombras... Esta imagen del novio ideal ha sido globalizada y se puede encontrar en todas partes el mundo y se ha ido reciclando de según el ambiente cultural desde su introducción en 1961. Por ejemplo, en 2011 se lanzó una versión de Ken para adultos coleccionistas. Los muñecos de Mattel tienen vida propia. Ken y Barbie tienen desencuentros amorosos como cualquier otra pareja. Se separan, se juntan, el no quiere casarse. En la versión de E.L. James, Ken-plomo-Christian Grey- le gusta darle nalgadas  a su amante  y no quiere comprometerse más allá de su contrato de gustitos sexuales.
La autora recurre a la “diosa que llevo adentro”, como la voz de la conciencia y lo formal de Anastasia que le hace llamados de atención ante su comportamiento ambivalente.  Esta diosa, presumiblemente usada para crear drama,  no logra alcanzar ese objetivo. Es  unilineal, aparece y desaparece convenientemente. No le crea conflicto más allá de “yo te lo dije”, tal cual su madre se lo diría,  o salta llena de alegría pueril cuando Anastasia se apunta un gol efímero en sus coqueteos con Christian. Pero el lector no sabe nunca que arquetipo de diosa está dentro de Anastasia: ¿Afrodita, Hermis, Athena...? ¿Una combinación de todas? Esta voz interior es  más bien la imagen del genio de la botella o el hada madrina en la versión de Walt Disney. 
El éxito de Cincuenta sombras... radica en usar imágenes ya conocidas e interiorizadas por algunas mujeres actuales para hacerlas entrar en el sado-masoquismo de  salón. Ese  que hace que los asuntos en la cama sean un poquito más interesantes. La señora E.L James no quiere escandalizar a nadie, sólo utilizar los íconos aceptados y pintarlos modernamente con un tenue barniz bizarro, pero aceptable y presumiblemente de buen gusto. Después de todo, a qué mujer no le gustaría un poquito de sal y pimienta durante el sexo que les permita tener orgasmos más frecuentes, y un helicóptero (unicornio) para ser llevada a su cita amorosa.
 La trilogía de James no pretende llevarnos a buscar el camino de la transgresión que sigue “O” (cuánto de mí voy a negar, para arribar a un estado casi místico de entrega al otro) sino contar un cuento de hadas con el cual se identifique la mujer promedio sobre la base de fantasías pueblerinas retrogradas: ¿A qué chica no le gustaría tener un novio millonario, educado, bonito, bien dotado, físicamente perfecto, bien vestido, que le dé regalos caros? ¿Qué chica joven no le hubiera gustado tener orgasmos en su primer acto sexual?[3] 
Quizá el mérito de este libro  sirve para probar que  sofisticadas técnicas de marketing (la autora se desempeña como ejecutiva de televisión) desde su concepción hasta su venta en una trilogía,  funcionan. Parte de este proceso es hacerlo asequible en su versión digital. Ahora la novelita romántica y un poco kinky , puede leerse con privacidad necesaria. Esto, según algunos comentaristas, ha ayudado al público femenino, al cual estarían catalogando de cucufato, a leer “romances para adultos” sin que nadie se entere de que son personas sexuales. Darle a las audiencias femeninas poco sofisticadas – el gran mercado – lo que quieren leer, es el mérito de este libro.  Pero esto no la convierte en una obra de ficción de calidad (nunca fue su objetivo),  ni una obra de ficción sexual que cumpla su cometido. Basta aquí recordar que Anaïs Nin, fue parte de un grupo de poetas que se dedicó a escribir erotismo por necesidad, pero que su obra ha ido más allá del tema y de su venta, para quedar como una obra literaria  de calidad. Por más que el lector lo intente, no podrá encontrar ninguna frase amigablemente literaria digna de recordase en Cincuenta sombras. Anaïs Nin podrá decir:
 
 The little clitoris stiffens like a nipple. My head between her two legs is caught in the most delicious vise of silky, salty flesh”.
E.L. James dirá:
Cogiéndome por la parte superior de ambos muslos, me separa las piernas. Gruño con fuerza al notar que su lengua me acaricia el clítoris. Dios...”.
Si la función de la ficción es reinventar la realidad - mentir, como lo llamaría Mario Vargas Llosa-  la ficción de la señora James es poco creíble, o doblemente mentirosa. En la ficción, la verdad de los hechos se transforma pero siempre hay un referente que el lector puede identificar en la vida real. Es es puente por el cual transita la dicotomía realidad/ficción y donde la literatura ejerce su hechizo En Cincuenta sombras... no hay ese referente básico. La realidad sin ficción de la que se parte es ya una mentira a secas. Esto debido a que sus personajes son modelos mediáticos y de escaparate, arlequines ya mentirosos, antes de ser ficcionalizados. Siguiendo a MVLL sobre la relación ficción-verdad:  “toda buena novela  dice la verdad y toda mala novela miente”.
Para llegar  a ser una obra de ficción sexual, la novela tendría que haber entrado en el otro lado de la sexualidad: aquel  en que parece lo prohibido, lo misterioso, lo transgresor, la búsqueda del placer en circunstancias catalogadas anormales  pero muy íntimas y sin mencionar repetidamente que lo que está sintiendo la protagonista es “erótico”.  Al no estimular la imaginación intuitiva  del lector  cuando se presenta  la descripción de lo estrictamente sexual, no hay espacio  para la asimilación imaginada de texturas y la exacerbación de otros sentidos. Todo se queda  a nivel fotográfico de un voyerismo plano.  
Las relaciones de poder que sí se dan en la tranquilidad del dormitorio de las parejas, aquí se presentan desde la perspectiva de un modo de vida del protagonista. Pero él  no es transgresor, él sigue mandando en la cama tal y como manda a sus empleados de exitoso imperio comercial. Ken-Christian-plomo, no puede dejar de jugar su papel de niño rico. Al contrario de la Historia de “O”, donde la presencia masculina es fuerte por las demandas y etérea en su historia personal, casi fantasmal, Cincuenta sombras... pone al centro a príncipe plomo y sus caprichos.
Hay otros alcances dignos de resaltar en esta trilogía. El primero es obvio: dada la  permisividad sexual de nuestros tiempos, quizá ahora se pueda intentar algo más en la privacidad del  dormitorio de las parejas al presentarse el sado-masoquismo como juego sexual sin  un carácter subterráneo; segundo,  la exquisita música clásica que la autora presenta en la novela es algo digno de admirar y se puede conseguir en el Internet. Sin embargo, como el lector se dará cuenta, ambos logros, no son literarios.
 
*Luis Fernandez Zavala, Ph.D. Reside en Santa Fe, New Mexico. Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas.(Pukiyari editores, 2014).  Disponible en Amazon.com y Peruebooks.




[1] En USA, según el Centre for Decease Control and Prevention, 76 % de las mujeres entre 17-18 tienen sexo; el porcentaje es mayor en el grupo de 20 a 24 años (81 %). El grupo de edad de Anastasia. En Europa, Inglaterra tiene el porcentaje más alto de actividad sexual (40 %) del grupo femenino quinceañero.
[2]“Plomo” como  llamarían en Perú a alguien que es pesado y aburrido por lo perfecto que es.
[3]  Mientras que 75 %  de los hombres  siempre alcanzan el orgasmo, sólo 29 % de las mujeres lo obtienen durante el coito. Esto en circunstancias normales y no estresantes como la desvirginación. National Health and Social Life Survey.

sábado, 14 de marzo de 2015

Caelum, por Ikeli O’Farrell

Aprendí a llover hacia dentro, para que desde arriba no veas como desprendo recuerdos nuestros por los ojos.
Cuando me llevabas al parque y te quedabas hasta las tantas porque no quería irme.
Cuando el sol se escondía dejando de alumbrar los columpios y el frío salía a acariciarnos la piel.
Cuando hasta las tantas me leías cuentos al no poder dormir.
Siempre conciliaba el sueño en la misma página y a la misma hora. Nunca terminamos el libro.
Fue una de esas tantas cosas que nos dejamos sin hacer.
Creo que en esos momentos fue cuando aprendí a sonreír, ahora ya no recuerdo como se hacía.
Podrías bajar y volver a enseñarme ¿no?
La lluvia por dentro me está pudriendo, está encharcando mis pulmones, formando cálculos renales y biliares.
Estoy buscando hilo y aguja para remediar el descoser de mis muñecas, si se descosen provocaré un desagüe por todas las lágrimas que llevo guardadas dentro.
Son bastantes y por lo tanto pesan. Ni te imaginas cuanto.
Pesan 18 años de momentos inolvidables que guardo debajo del pecho y si me abro y se escapan me verás morir ahogado.
Nunca me enseñaste a nadar.
Pero bueno,
Lo importante es que estaríamos juntos.
Ve guardándome el mejor sitio
y una ruta turística por los lugares más bonitos del cielo.




Jesús Ikeli Lorá, conocido profesionalmente como Ikeli O’Farrell, es un escritor nacido en Madrid (España) por el año 1995, aunque de padres ecuatoguineanos.
Ha colaborado en varias revistas literarias como: Factum (México) y Letracero (Argentina).
Actualmente dirige su propio espacio personal “Atardeceres y Diciembres” (atardeceresydiciembres.blogspot.com ), que define él mismo como su interior, publicando en éste relatos sobre sus experiencias presentes y pasadas.
Tiene como principal referencia a Irene Domingo. (Poeta española, autora de “Grecia y El sexo de la risa”) y comenzó a compartir públicamente sus pequeñas obras a mediados del año 2014.

El último tango de Salvador Allende, por Roberto Ampuero: un extraño cambalache *

       

Estando en el norte de Francia, amigablemente hospedado, pero con muy pocas posibilidades de gozar del paisaje playero que me circundaba dada la cercanía del invierno, decidí tomar por asalto la extensa biblioteca de mi anfitriona. Entre las inumerables obras de literatura francesa, revistas de cultura y la colección completa de Asterix y  de Tin Tin, de repente, casi misteriosamente, encontré un libro en español: El caso Neruda (Random House, 2012) del escritor chileno Roberto Ampuero (autor, guionista, profesor universitario, ministro de la Cultura y embajador  en México durante el gobierno del presidente Sebastián Piñera).

Quedé tan gratamente impresionado por agilidad y contextualidad de la obra, la presentación del detective en ciernes Cayetano Brulé y los vericuetos en los que navega para descubrir el secreto de Neruda, que cuando recientemente llegó a mis manos  El último tango  de Salvador Allende (Random House, 2012) ya sin el ventorrero de playas bretonas, pospuse otras lecturas pendientes y me sumergí en esta  obra, anticipando el mismo placer que obtuve leyendo  El caso Neruda.

El título  muy sugerente, me ubicó inmediatamente en el contexto de la historia: los últimos días de la vida de Salvador Allende, su última “danza” antes de su inmolación trágica. Sin embargo, algo que yo pensaba era una manera alegórica de entrar a la historia  dando cuenta de los detalles, conflictos y contradicciones de un líder carismático encerrado en toda su soledad política y personal, se desinfló muy rápidamente ya que la novela se queda en lo anecdótico de las escapadas de Allende para irse a bailar tango en medio de la crisis social y política que envolvía a Chile en 1973. El presidente de los chilenos, líder de la Unidad Popular y de una propuesta de socialismo en democracia, de repente  de “argentiniza”, se enamora de los compases arrabaleros del tango, muestra su predilección por la lírica revolucionaria (?) de algunos tangos  y sin saber bailarlo, se da un baño nocturno de masas, más preocupado que no lo reconozcan que por los derroteros de su gobierno.

¿Quién es Salvador Allende para Ampuero?

Según Ampuero, con esta novela se quiere  presentar el lado humano de Allende. En la voz de Cachafaz o Rubio, un ex-anarquista devenido en su cocinero-guardaespaldas-confidente, el lector aprenderá que Salvador Allende es un desclasado sibarita y sensualista que habla bonito y que viste mejor. Es un tipo disciplinado y preocupado por la democracia y la institucionalidad, pero también un idealista amarrado a sus principios y utopía, sin conección con ese pueblo que pretende defender. 

¾¿Y entonces qué van a comer los compañeros pobladores para las once? ¾ Me preguntó con seriedad.
¾Tecito puro, nomas, pues, presidente, Y eso si es que queda aun tė en los almacenes,
¾¿Y pan?¾
¾Pero si noy harina, presidente, ¿qué quiere que amase?


¾Hay que combatir el mercado negro, compañero ¾dijo el presidente¾. Por ahí el enemigo nos puede liquidar.

El Presidente no conoce o no siente las necesidades inmediatas de su pueblo y da una respuesta de retórica abstracta, vacía de contenido, que no llega a ser una consigna política porque ésta requiere conocer lo que esta pasando y Allende aparece bastante desubicado jugando el ajedrez de la política desde su encierro en La Moneda y Tomas Moro.

 El Doctor descubre el tango a través de Cachafaz durante las tertulias sostenidas después de sus  intensas jornadas desplegadas como presidente.   Le pregunta a Rufino en una de estas veladas de comiditas engreidoras y whisky, si el tango tiene letras revolucionarias y no solo sobre el desamor y el pesimismo.  

¿De verdad hay tangos revolucionarios? ¾Pregunto el Doctor.
Me interesan los tangos políticos, como Discépolo.

Discépolo (1901-1951), creador del tango Cambalache (“El mundo es y será una porquería...), fue un compositor que a pesar de las críticas de sus pares, defendió el peronismo desde sus programas radiales y fue conocido como el “filósofo del tango”. En algún momento le tocó defender públicamente su posición política con las siguientes palabras: “La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a los malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado de un largo camino de miseria”.


De esto no se enteran los lectores. Se asume, equivocadamente, que todo el mundo sabe quién fue Discépolo y cuál fue su relevancia en el enrevesado camino entre política y canto popular en Argentina, no se le contextualiza,  ni se intenta inmiscuir su lírica con lo que que está pasando en la novela.
                  
Rufino se auto define como un  amante del tango que conoce de orquestas y cantantes famosos de los años 30, 40 y 50 y nos llena de nombres y títulos tratando educar al Doctor. Rufino menciona la música  que escuchaban en sus noches confidentes,  pero no informa al lector de qué se trata el tango. Este solo es una cortina musical que muy bien pudiera haber sido cubierta con tangos, boleros o danzones. Según el Doctor, a Cachafaz le gusta el tango desde sus días de trabajador porteño en Valparaiso  porque le recuerda a Grisel, su amor perdido: el tango le trae nostalgia. Para  Cachafaz, el Doctor solo acepta los tangos revolucionarios y orquestados porque no quiere inmiscuirse en las emociones del amor: pena, nostalgia, angustia, desamor, al margen de que el tenga sus amantes. En el fondo, Allende es acusado de diletante y ambivalente, siempre viviendo en dos mundos. Allende le responderá:

            ¾Soy un político, compañero ¾afirmó al rato sin entusiasmo¾. Un hombre lleno de sueños y utopías, pero agobiado por el destino de su pueblo y de América Latina. Es entendible que como presidente revolucionario no pueda dedicar tiempo a esas letras romànticas, compuesta por, y discúlpeme que se lo diga con todo respeto, compañero, compuestas a menudo por llorones medio amariconados, que no se atreven a cambiar las cosas de raíz.

            En sus propias palabras Allende es presentado como absorbido por su propia utopía que no le da tiempo para las emociones amorosas que tilda de mariconadas pero además, confunde los planos entre el amor de pareja y la utopía revolucionaria. Otra vez, Salvador Allende aparece más perdido que clavo en el desierto de Atacama.


Ninguno de los protagonistas (y por lo tanto, los lectores) se enteran de algunas de las más poderosas líricas que expresan un malestar sobre lo que el capitalismo estaba trayendo a principios del siglo XX. No se puede aprender nada sobre estas composiciones musicales que  expresan una visión popular de la historia y de las emociones, porque no se habla de ellas.

Para el caso del grueso de la tanguería de la novela, la selección de la lírica  es superficial y pobre, un recurso cinematográfico mal usado: el tango es la cortina musical, pero la selección de la lírica  no va paralela a  los acontecimientos, ni acompaña con dramatismo las emociones de los protagonistas. El espacio simbólico que explicaría la genética cultural de los tangos mencionados no está presente.

            Ampuero no solo quiere presentar el lado humano de Allende, sino también el lado humano de la CIA con la presencia de David Kurtz , un ex-agente de la CIA que contribuyó a desestabilizar el gobierno de Allende. Kurt, ya jubiliado y viviendo en los Estados Unidos, aparece como un gringo promedio que busca reconstruir los pasos de la vida de su hija cuando vivían en Chile. Ella le pide, antes de morir de cáncer que lleve sus cenizas y un cuaderno escolar con la cubierta de Vladimir Ilich Lenin un tal Hanibal en Chile.  La búsqueda de Hanibal le da y un tono  detectivesco a la trama desarrollada por Ampuero y despierta  la curiosidad del lector para determinar cuando la narración de Cachafaz y la de Kurtz  se van a cruzar.   

Kurt es la voz que describe a Chile después de veinte años de sucedido el golpe militar y que tiene sus momentos de arrepentimiento o por lo menos de duda, sobre lo que hizo como agente de la CIA.  Él propone que  los chilenos deberían olvidar ese capítulo sangriento y bárbaro de la historia chilena porque el “olvido es el alero bajo el cual palpita  la convivencia. No lo digo solo por este país, sino por el mio, que también, quizá como todos, ha sido construído sobre el olvido.”

El peso de la narración lo lleva la voz a veces tierna y a veces ingenua  y simplona de Cachafaz. A través de él, conocemos los gustos sibaritas de Allende  y sus deslices tangueros. Pero también  a través de él conocemos una forma de percibir la historia del debacle del gobierno de Allende. Su visión es pragmática e inmediatista  que lo lleva cuestionamientos y conclusiones  un tanto sui generis, por ejemplo al  poner en el mismo nivel de desconfianza a Pinochet  (de manos muy cuidadas) y a Fidel Castro, (que tiene también las manos rosadas). Por contraste, la voz del ex-espía Kurtz es más distante de los hechos y brinda el contexto externo antes y después del debacle. Su voz que es la permite juzgar a los chilenos exiliados,  al partido comunista chileno y reflexionar sobre Chile en democracia desde de afuera.

El lenguaje usado para cada uno de los personajes principales esta bien definido y diferenciado. Cachafaz habla simple y directo, el Doctor tiende a hablar como dignatario y el ex-espía Kurtz tiene un lenguaje ascėptico, distante, de turista.  En general, no hay un retórica  que llame la atención o distraiga al lector, por lo tanto es fácil seguir la trama de la novela  y su estructura no lineal.

La estructura de la novela con secciones o capítulos cortos que no necesariamente  siguen una línea temporal  consecutiva o que intercala la historia de uno y otro personaje, brinda agilidad a la narración sin perder el hilo central.

El último tango… pretende ser una narración sobre el  lado humano de Allende, no una historia política. El problema que se le presenta al lector educado es determinar qué es lo humano de esta historia.  Roberto Ampuero no un escritor improvisado (cuenta con más de catorce novelas publicadas entre 1983 y 2012) y sabe cautivar la atención del lector, por lo tanto logra el objetivo de ser aceptado por un masivo público. Su narrativa es sencilla y bien estructurada. Sin embargo, la revista digital The Clinic cree que a pesar de su carácter de bestseller en su país, “El último tango de Salvador Allende es, desde su tópico hasta su desarrollo, una novela floja. Perezosa. Sin embargo, es primera en ventas en Chile. Una mina de oro. Una prueba más de que el sistema literario está fracturado; que la coincidencia entre eso tan subjetivo a lo que se le llama calidad, y masividad, es, en la realidad, casi inexistente.

La batalla político-cultural para capturar  la imagen  de Salvador Allende para la posteridad y  la memoria colectiva – de la cual forma parte esta novela -,  sigue su curso en Chile después de 41 años. Curiosamente, en diciembre de este año se estrenará  la película Allende en su laberinto del director Miguel Littin. Tal como lo anuncian, se trata sobre las últimas siete horas  de Allende; la versión para la tv en formato de mini serie será un poco más extensa y presentará a Allende como líder, padre, amigo y amante (sin tangos).
     


* Luis Fernández-Zavala Ph.D. Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas, Pukiyari 2014, en Amazon com y Peruebooks.com

martes, 10 de marzo de 2015

DAVID ROAS: « Hay una voluntad en algunos cuentos de ir más allá del realismo».


He tenido la oportunidad de entrevistar al escritor y profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona, David Roas. Roas es autor de libros de microrrelatos, cuentos y novelas, es especialista en literatura fantástica sobre la que también ha escrito numerosos ensayos. Acaba de publicar un libro de relatos con Perú como protagonista, Perú es un personaje más en ellos al vertebrar estas narraciones entre los relatos y el cuaderno de viajes.
En ‘Bienvenidos a Incaland’ (Páginas de Espuma, 2014) hay un protagonista con hipocondría, mal de alturas, una imaginación desbordante y algo de alcohol...
Creo que ahí están bastantes de los ingredientes, es un poco el resumen del libro. Yo lo que traté no es tanto contar lo que es Perú, sino qué sentía yo en Perú, y yo me nutrí de mi mismo, por eso no me disfracé nunca, no invente a otra figura. Ahí sí que soy un poco hipocondríaco, quizás en la realidad un poco menos hipocondriaco que el personaje.
Todos estos ingredientes creo que lo provocan es un delirio, el personaje vive una experiencia delirante, lo que a mí me preocupaba mucho era dar la sensación de no hablar de otro, sino que el otro soy yo, sino que el delirio, todo lo fantástico lo grotesco, que ingerir la Cusqueña ayudan a transmitir esto.
 
Hablando de delirios, de distorsión de la realidad, quizá el hecho de que Cusco sea una de las zonas más transitadas por ovnis del mundo imagino que también  ayudan a creer en invasiones y zombis.
Creo que Cusco y Machu Pichu eran lugares especiales para buscar lo que uno es y lo que a mí me gusta. Hay elementos de ese lugar que son brutales y sobre todo también acompañado por la sensación de estar a 3500 metros.
Yo recuerdo un documental que vi de niño de que esas piedras las movieron los extraterrestres y dije: esto lo meto, de algún modo; porque mi forma de escribir es nutrirse de lo que consumo ficcionalmente, porque yo no sé comparar, me he dado cuenta de que cuando comparo lo hago con algo que he visto en la ficción o he leído. Y un poco era transmitir eso
Yo me quedé corto, estuve cuatro días, entre Cusco y Machu Pichu estuve cinco y quise quedarme quince días. Ahí sí que tuve la sensación de estar en la dimensión desconocida, en los límites de la realidad.
Eso me lleva a recordar que uno de los capítulos está dedicado a H. P. Lovecraft, el maestro del horror cósmico.
Cuando estás en las ruinas de Saqsaywamán, estás viendo ‘las montañas de la locura’. Otros amigos míos que han estado en las pirámides en Egipto, viéndolas bien, me lo decían, tienes la sensación de estar en el decorado de Lovecraft.
Yo cuando estaba ahí casi nace la idea allí, se mezclan los dos tiempos, el tiempo de la conquista y el tiempo real; me dije: esto es Lovecraft, un decorado puramente lovecraftiano.
Lo mismo otra persona no hubiera visto lo mismo. Yo aquí te lo juro, vi las piedras, además es una explanada enorme y las rocas y te desborda el tamaño, me dije: Lovecraft.
La foto de la solapa interior del libro es la de una llama (o alpaca), tiene mucho que ver, pues constituye un verdadero personaje icono a de este ‘Bienvenidos a Incaland’.
Esa foto de la llama la hice en 2011, la que coloco como foto de autor. Yo creo que sufrí una metamorfosis, yo me fui peruanizando hasta que me convertí en una llama.
Sí, todavía no sé porqué, no sé cuando surgió. Yo creo que surge porque los cuentos no los escribí por orden, sino que fueron surgiendo según los anotaba. Creo que el primero que escribí fue el titulado El tesoro de los incas, y entonces fue lo que provocó el juego ya constante, cuando ya vi que iba a ser un libro. Incluso esa llama que aparece en el cuento, cuando se pierde en Lima, dije: no creo que nadie tenga una llama en el jardín en Lima, se convirtió en un animal tótem, y todo por lo que hemos vivido, desde el libro de Tintín El Templo del Sol.
Creo que tras leer estos cuentos, estas vivencias personales narradas en primera persona, me ha parecido ver un cierto guiño hiperrealista, un poco a lo Bukowski.
Creo que me contagié un poco de la cita que pongo al principio del libro, una que un escritor de Perú me contó, la de que si Kafka hubiera nacido en Lima seria un escritor costumbrista.

Yo creo que sí, que hay una voluntad en algunos cuentos de ir más allá del realismo, pero creo que para ir a más allá del realismo hay que hacer lo que Bukowski, que es distorsionar lo que estás viendo, él lo hace desde muchas perspectivas, pero sin alejarse del realismo. Yo creo que eso le va mucho sobre todo a Lima, lo de mostrar la ciudad casi en el detalle pero a la vez como que se te escapa, sobre todo en el primer relato.

En el relato del robo de la máquina de escribir de Vargas Llosa quizá si sea el de más locura, el más Bukowskiano de los personajes.

Por Ginés J. Vera.