Revista Contra Estudio

domingo, 30 de agosto de 2015

PUTAS INTELIGENTES ( Cuarta entrega), de Marcial Fonseca



                          PUTAS INTELIGENTES

                                                     4
UNA PEQUEÑA DEUDA

J. estaba echado en el sofá, Pavel lo miraba con las manos en las rodillas, ojos fúricos humeando ira.
—¿Y estás así tan tranquilo? —le dijo, se puso de pie y se le acercó—. ¿Crees que todo se soluciona de un momento a otro? Me debes buen dinero, canijo, buen dinero y lo sabes. Con que no me pagues, verás que te parto la cara peor que ahorita.
J. pasaba sus manos por sobre su cara, sintiendo los embates de la pelea con Pavel. Ni volteaba a ver a su compadre, sólo se sobaba, mirada gacha.
—Ya no me amenaces —dijo—, yo también salí perdiendo con esta estupidez del asalto, carnal. ¿Ves? Cuando una mujer luce o parece ser fácil traerá consigo pésimas consecuencias. Yo, por querer tirarme a esta fulanita, quedé con un golpe y debiendo dinero. Acabé peor que como empecé y eso que sigo con las bolas llenas, mi Pavel.
—Pero ese no es mi asunto, compadre. No es la primera vez que acabas cagando algo que no es tuyo, ¿ya se te olvidó cuando me pediste mi departamento prestado para según tú hacer una reunión y acabaste haciendo una borrachera y tirando mi televisión por las escaleras? No es la primera vez, pero estúpido de mí, que volví a darte oportunidad.
—No tienes que sacar eso a colación —dijo J.—, como sea pagué la televisión y limpié tu departamento. No supe ni cómo, pero hasta me disculpé contigo. Ésta no va a ser la excepción, mi Pavel. Pronto tendrás tu dinero de vuelta, y verás que hasta te daré de más.
Pavel sintió la marejada hirviente en el estómago, el hormigueo en las manos, pero pudo contenerse y en vez de irse a los golpes pateó el sofá.
Salió azotando la puerta detrás de sí.


J. llegó a la conclusión de que la única manera de pagar la deuda era con dinero bien habido así que consiguió un empleo como repartidor. No sabía de qué exactamente, sólo iba al local, a unas cinco calles de su casa, recibía una dirección y una caja de cartón. Él debía acudir a las direcciones, que la mayoría de veces no estaban muy lejos de donde el local. A pesar de que las cajas tenían dimensiones y pesos similares entre sí, J. botó el empleo porque el hecho de repartir algo que no sabía a ciencia cierta que era, a personas que no sabía qué coño recibían por una paga peor que la de un obrero le hizo recapacitar, recular y mandar a cagar a los de la repartidora.
Pensó que si le daba a Pavel lo que había logrado juntar él le perdonaría el resto al ya estar menos encabronado.
J. caminó a casa de Pavel, la ciudad sitiada por rugidos léperos mecánicos le acompañó.   





Marcial Fonseca
Ciudad de México, 1996
Escritor mexicano

"Escribo porque me viene en gana. Extraño lo que ya no existe porque lo que sí lo hace me recuerda aquello mismo. Procuro no ...herir a quienes no podría curar. Mi lujo es ser humilde, y mi humildad se clarea a la menor provocación. Soy malhablado pero oportuno. Suelo cagarla frente a quien sea a cualquier hora y en cualquier lugar. No adulo y no me agrada que lo hagan.
El secreto está en guardar siempre las piezas restantes del rompecabezas.
Si alguna vez necesitas algún poema o consejo, cerciórate de que yo sea el último de tu lista.
No busco problemas, tampoco soluciones; de hecho no busco nada que por mí mismo no pueda encontrar."