Revista Contra Estudio

jueves, 4 de junio de 2015

Ginés Vera y el arte de dominar la impaciencia, por Fernando Morote

Es verdad que para llegar a ser un buen escritor –alguien capaz de seducir, deslumbrar y estremecer a sus lectores- el talento no es suficiente. Por supuesto el entusiasmo solo es mucho menos útil. El arte de escribir es una actividad que requiere, además de lo anterior, mucha astucia, tenacidad y disciplina.

El autor valenciano Ginés Vera, consciente de que estas cualidades deben aprenderse y cultivarse, ha reunido su vasta experiencia impartiendo talleres literarios (presenciales y online) en su nueva obra, “El escritor impaciente, manual para narradores” (ADD Editorial, Abril 2015), un breve pero completo compendio de definiciones y recursos que lo convierten en una herramienta de notable utilidad práctica para todos aquellos afanados por internarse en el frondoso terreno de la narrativa.
Vera, utilizando un lenguaje fresco y ofreciendo explicaciones claras, con enunciados fáciles de entender, revela también la abundancia y la calidad de sus referentes. Cada capítulo, encabezado con títulos originales, creativos, en algunos casos incluso divertidos, abierto con citas apropiadas y certeras, cerrado con una batería de preguntas pertinentes proponiendo ejercicios, motivan a consumir la lectura de un tirón.

En el Prólogo sostiene: “Quiero pensar, mientras escribo estas líneas, que el lector-escritor mantendrá intactas sus ambiciones, las de querer ser el mejor de sí mismo y no el mejor de todos, antes y después de leer este libro”. Es cierto. Para mí escribir no se trata de competir contra otros sino de superarse a uno mismo y compartir con los demás.
Ginés lo hace de un modo muy generoso y eficaz abordando una variedad de tópicos que muy bien pueden servir –al aspirante y al experimentado- como una linterna dentro de un largo y oscuro túnel.
Entre los temas desarrollados se encuentran la elección del lugar y tiempo, el empleo de material de apoyo (como libretas de notas y diccionarios), la función de la imaginación, el impulso de la creatividad, la disposición de otras fuentes (pinturas, música, películas, video-juegos, anécdotas), el uso de instrumentos como la lluvia de ideas y el plagio creativo, los elementos que componen el texto (quién, qué, cómo, dónde, cuándo y por qué), las diferentes modalidades para construir la historia, la selección de las voces narrativas (tono, ritmo, título, inicios, finales), la caracterización de los personajes, la elaboración de los diálogos, el manejo de la trama, la importancia de corregir-revisar-releer-recortar-retocar.
Vera tiene la habilidad de evitar el sermoneo. En ningún momento señala al lector-escritor lo que no debe hacer (nada más provocativo para un rebelde que lo prohibido). En cambio le entrega un paquete de conceptos que lo ayudan de manera efectiva a prevenirlo de caer en una serie de vicios comunes y ser arrastrado por ellos.
“El escritor impaciente” es a la vez, para alguien que ya ha recorrido parte de este camino -y continúa haciéndolo-, una confirmación y una reafirmación de lo descubierto y aprendido de forma empírica y es además una magnífica ilustración teórica para acompañar al instinto y la intuición.
“¿Así que quieres ser escritor?”, desafió el viejo Buko en su famoso poema. Sí, no es mala idea prestar atención a sus consejos. Yo añadiría: Y no dejes de echar un buen vistazo al manual de Ginés Vera. Hazlo pronto.
Después de todo, ¿qué escritor no es impaciente?
 
Fernando Morote
Piura, Perú-1962. Autor de las novelas “Los quehaceres de un zángano” (2009) y “Polvos ilegales, agarres malditos” (2011), los libros de relatos “Brindis, bromas y bramidos” (2013) y “La cocina del infierno” (2015), y el poemario “Poesía Metal-Mecánica” (1994). Colaborador del Periódico Irreverentes de Madrid donde escribe, entre otros temas, artículos sobre cine clásico. Actualmente vive en Nueva York.


 
 
 



1 comentario:

  1. Doblemente agradecido a Fernando Morote por haberse leído el libro (eso ya merece un gra agradecimiento) y por su reseña; también a Rubén Javier, por acercar esta reseña a los lectores de Contra Estudio. Gracias a ambos.
    (Tengo pendiente acordar con la editorial la edición en formato digital del libro para que pueda estar accesible online en cualquier momento desde un terminal electrónco).

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