La Copa se queda en Europa
Cerrada
la primera rueda del Mundial, ¿dónde quedaron las máquinas sudamericanas de las
eliminatorias? Las balas asesinas reducidas a insulsos perdigones. El fiero león
rebajado a inofensiva mascota. Nada más parecido a los
clubes peruanos, poderosos y temibles en la liga interna, cuando salen a
competir en el extranjero.
Brasil,
con dos penales regalados (uno a favor y otro en contra), no alcanza a ser un
suspiro de los campeones históricos. Argentina, desordenada e imprecisa,
depende de un ídolo para culminar sus aspiraciones. Colombia, explosiva y
contundente al inicio, exhibe una contagiosa cumbia antes que una consistente estrategia
(sus integrantes tienen suerte de que Pablo Escobar no se encuentre ya en
capacidad de enviarles la moto por ineptos). Chile, errático y a ratos perdido,
no responde a los designios de su entrenador con ínfulas de sabio neurótico. Uruguay,
fatalmente herido, es el mismo de hace 4 años, y eso –contrario a lo declarado
por el maestro- es un déficit insalvable. Ecuador, lento y sin vida, encaja una
trágica derrota que bien vale una ola de suicidios.
Nada
nuevo hasta aquí. A Perú le ocurría lo mismo. Llegaba deslumbrando, acababa
dando pena.
Viendo
la actitud, el despliegue y la fortaleza de Holanda, Italia, Inglaterra,
Alemania, e incluso España, un choque entre los nuestros y ellos será como
poner a correr un pura sangre al lado de un perro callejero. El predominio futbolístico
de Europa –ganado en base a su nivel de organización, infraestructura y
educación- es un hecho por ahora irreversible.
En
medio del barullo neoyorkino, confinado a los locutores latinos de las cadenas
internacionales de televisión en español, no puedo evitar el recuerdo de las legendarias
narraciones de Humberto Martínez Morosini y Luis Ángel Pinasco, o los
comentarios en el entretiempo de Roberto Salinas y Javier Rojas.
Podían
ser, a su modo, amenos o aburridos (libre elección a gusto del espectador).
Pero al menos eran originales. Los que ejercen el oficio en la actualidad se
parecen un poco a esos escritores que sólo creen en su valor si copian el
estilo del Premio Nobel de literatura.
Argentinos y chilenos
son las víctimas más comunes, hundidas en las fauces del vicio. Repiten de manera idéntica, perfecta y literal las
entonaciones, expresiones, bromas, recortes de palabras, cambios de ritmo,
lisuras, gritos, diálogos simulados del hombre que revolucionó con su estilo.Tampoco soy particularmente adepto a los presentadores aztecas.Me causan gracia sus delirios de grandeza considerando a México una potencia mundial sólo porque son líderes inevitables de la CONCACAF. Me provoca indignación la monumental estupidez con la que comparan a Rafa Márquez con Franz Beckenbauer, llamándolo “Kaiser”. Sin embargo reconozco el mérito que tienen de respetar su idiosincracia sin imitar a nadie.
Digresiones
aparte, a juzgar por lo visto hasta la fecha, la Copa se queda en Europa.
Fernando Morote. Piura, Perú-1962. Escritor y periodista peruano. Autor de las novelas: “Los quehaceres de un zángano” (2009) y “Polvos ilegales, agarres malditos” (2011), el libro de relatos “Brindis, bromas y bramidos” (2013) y el poemario “Poesía Metal-Mecánica” (1994). Actualmente vive en Nueva York y colabora con revistas de España (Periódico Irreverentes de Madrid y Pandora Magazine de León) y Perú (Lima Gris y Contra Estudio), entre otros temas, escribiendo artículos sobre cine clásico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario