Revista Contra Estudio

miércoles, 11 de junio de 2014

Una anti-lectura de Novela con cocaína, por Rubén Javier

                 Una anti-lectura de Novela con cocaína
 
Escribir, o intentar hacerlo, luego de leer a Novela con cocaína de M. Aguéev causa un dolor torpe que puede confundirse con incomodidad y angustia. Es una sensación  que corroe parte de nuestros recuerdos (nuestros recuerdos malos, obviamente) y esos instintos primitivos y vergonzosos que  producen estrépito. ¿Es por eso que la novela es dolorosa, angustiante y adictiva? La novela es interesante por muchos motivos que van desde la forma en cómo se publicó hasta la misteriosa identidad del autor. Aquel sobre procedente de Constantinopla y dirigido a emigrantes rusos radicados  en Francia - titulado inicialmente como “Relato con cocaína”- llevaba consigo algo más que una novela. Traía un poco de lo que en Rusia se ocultaba y que era común entre los sectores marginales. Y claro, publicar el texto en aquella época y usando el nombre real del autor era algo por demás imposible. Mark Levy  usó el mecanismo del seudónimo y se mantuvo en el anonimato durante toda su vida.
 
El prólogo a la primera edición en español del libro  (Seix Barral, 1984) a cargo  de Lidia Chweitzer ya causa una impresión viva. En ese momento aún no se conocía la identidad del autor y la edición del libro era todo un reto. Lidia Chweitzer  se esforzaba por encontrarle alguna impronta estilística a este libro raro y virulento. Nos dice que el tiempo en la novela tiene semejanzas al que usa Proust (ya que ambos  textos no están medidos en minutos, sino en una descripción minuciosa). Chewitzer se esfuerza por encontrar alguna filiación entre Aguéev y otros escritores rusos que lo precedieron. Encuentra una rala semejanza con Andrei Biélyi, pero no la convence. Tal vez no es necesario esforzarse tanto en un libro atípico para aquella época. Es un texto devastador, virulento y cancerígeno, escrito por un judío ruso que expresa los miedos y complejos de jóvenes quienes van a ser testigos de una revolución. Es un texto de complejo análisis extra textual que puede mover o remover conductas disipadas.
 
                                        
 
¿Es acaso Aguéev un héroe romántico que se sumerge  en  Vádim Maslenikov  para interponernos las voces de los desamparados, de los pobres y de los cocainómanos que recorren un mismo escenario mientras  Rusia deja de ser zarista y  adopta la senda revolucionaria? Ahora sabemos que el autor era un judío ruso que nos inyecta parte de ese antisemitismo que los mismos judíos sentían hacia ellos mismos (basta recordar  la excelente escena entre Stein y Burkevitz).
 
Jóvenes cocainómanos que  se reúnen y se enseñan la manera de aspirar, héroes revolucionarios, el judaísmo que convive entre  adolescentes con asomos de antisemitismo. Un antihéroe como Vadim (o tal vez un héroe)  no alcanza parte de su desarrollo, no tiene padre, es repulsivo,  detesta a su madre- “está pueno” le dice, tratando de imitar su pronunciación defectuosa- , nos cuenta su historia dividida en tres partes: El instituto, Sonia, Cocaína. Cada parte de la novela avanza compulsivamente mientras vemos la manera como Vadim se va degradando. Vadim sufre por una mujer casada. El héroe busca dinero, roba a su madre, se cruza con una mujer joven a quien lleva a un hotel y la corrompe. Novela con cocaína es eso y unas cuantas líneas escritas con sangre, angustia y al borde del colapso.
 
Mientras sigo pensando en cómo la novela ha sido un misterio y un gran reto para el mercado editorial. Me imagino en la manera en que le temblaban las piernas a Vadim. “¿Hay algo de cocaína?” Pregunta a Hirgué (su dealer). No obtiene respuesta, pero Hirgué está ahí, le habla y todo lo que le dice le causa gracia. Cada palabra de Hirgué está en su propio interior y ahora  empieza a ser un  eco que martilla los escasos recuerdos positivos y cada imagen alegre de su infancia. ¿Es acaso la “bajada” de los efectos de la cocaína? No, aún no llega. Siente entonces un nudo de  voces agudas, es un grupo de niñas tuertas que le preguntan qué es el deporte y para qué sirve. Se da cuenta que está en medio de un aula de clases en dónde él es el profesor. Cada respuesta  suya le genera alegría y cierto placer. Habla como un revolucionario y como un humanista, pero al poco tiempo se da cuenta de su estupidez. Vadim, ahora si se inicia la “bajada” y tus amigos te han dejado solo para que la afrontes. Estás solo mientras tu madre te busca por cada bar miserable de Moscú. Sí, tu madre, aquella mujer que te llamaba: “Vadichka, hijo mío”, aquella mujer de quien te avergonzaste cuando fue a entregarte unos rublos para que pagues la mensualidad del instituto y a la que luego  permitiste que tus camaradas la llamen “payaso con enaguas”, y mientras ellos se reían de tu madre, tú también te reías de ella. Ahora está muerta por tu culpa y en el sanatorio nadie te da hospedaje. Oh Vadichka! ¿A qué hemos llegado?
 
                                       
 
Rubén Javier. Lima- Perú,1986. Bachiller en Literatura Peruana y Latinoamericana, director de Librería Rashomon, promotor cultural, docente y asesor en auditorías en tema de educación. Sus artículos y reseñas han sido publicados en Lima Gris, La voz liberal del Perú y Periódico Irreverentes (España). Actualmente  dirige una revista virtual, una librería y elabora su tesis de Licenciatura sobre Otras tardes de Luis Loayza.
 

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